A casi 8 meses del paso del huracán María, todavía contemplo las calles de mi bello Puerto Rico pensando en lo que un día fue y ya no será.
Al sol de hoy vivimos la desesperanza de un pueblo que aún no se levanta. Lo poco que se ha logrado ha sido por manos de los ciudadanos, del vecino, del pueblo. De aquellos que madrugan para abrir camino, de la vecina que comparte su comida, de los pequeñines que han perdido tiempo preciado de su niñez para ayudar a reparar un país que pronto no será nuestro.
¿De qué sirve pertenecer o tener una ideología política, si mi pueblo se está cayendo en cantos? Los colores, la política, la corrupción rampante y el manejo de información tiene al pueblo desorientado y maniatado. De que sirven las promesas de políticos que sólo velan por los suyos.
¡AYUDAS! ¿Cuáles?
En Puerto Rico predomina una población de personas mayores y las ayudas brindadas por Estados Unidos son préstamos a 30 años. Al cumplirse ese término, muchas de estás personas habrán fallecido; quedando su propiedad en manos de un gobierno al que no le importa un pueblo, si no más bien su beneficio propio. La isla es sólo un negocio a un término de tres décadas.
Hay que abrir los ojos y observar bien lo que estamos haciendo como pueblo. Le estamos quitando nuestro patrimonio a los niños. Estamos en venta y aún no lo sabemos.
¡Coño despierta boricua